Por Karelia Álvarez Rosell
Dice el refrán popular que la curiosidad mató al gato, pero ese no es mi caso, menos por interesarme por una conversación muy animada y “amorosa” sostenida por dos jóvenes que venían delante de mí mientras transitábamos por el Paseo Martí, la arteria principal de mi ciudad.
Llamó mi atención la manera en que él le decía que no quería verla en la calle, “de la escuela debes ir para la casa y esperarme allí; hay muchos leones sueltos en 39 y te quiero para mí solito…”.
Tales palabras se hacen acompañar de caricias y besos, mientras ella deja escapar sonrisas y expresiones de felicidad; me atrevería a decir que hasta de seguridad ante aquellas frases sutiles y arropadas con traje machista.
Este es tan solo un caso, pues a diario tropezamos con conductas simuladoras de amor eterno; sin embargo, resultan las primeras manifestaciones de manipulación o de violencia, sí, de violencia de género, la cual enmarca a todo acto u omisión intencional basado en desigualdades por razones de género, que provoca daños físicos, psicológicos y/o patrimoniales causando irrespeto a los derechos individuales.
Con perspicacia otros interfieren en el modo de vestir, llevar el largo o color del pelo, en la selección de las amistades y, por si fuera poco, en el estudio y el trabajo, por lo cual algunas muchachas y mujeres permanecen en los hogares bajo el síndrome de la dependencia y la anulación, cuando tanto se ha batallado en nuestro país por la emancipación de las féminas.
Pero hay quienes no acuden a las frases ni acciones sutiles e imponen sus determinaciones de “macho dominante” y acuden a otros métodos tan lacerantes como la agresión física, tales como el daño a la autoestima debido a agresiones verbales u omisiones o desamparo económico.
Los ejemplos expuestos podrán ser catalogados de exagerados, pero así, con tales sutilezas, comienza el largo y angustiante camino de la violencia de género, esa que todavía cuesta visibilizar por disímiles razones.
Para mí el amor, ese sentimiento impoluto, misterioso, loco, brioso…., no admite condiciones porque tan solo se da sin esperar nada a cambio y en cuanto a nosotras, las mujeres, valoremos muy en serio esas sutilezas y no permitamos que nada ni nadie opaque nuestro brillo, menos nos corte las alas para volar.
Si bien es cierto que en la actualidad Cuba dispone de políticas de equidad, todavía queda por hacer en los diversos espacios de la sociedad, sobre todo en el escenario de la familia y la escuela con el propósito de lograr mujeres y hombres menos machistas y más plenos.